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Me consta que entre los lectores habituales de este blog hay seguidores del Real Madrid. Por una mera cuestión estadística, seguro que también los hay de Atlético de Madrid. A unos y a otros, enhorabuena por su brillante papel esta semana. Ya puestos, felicito también a los del Sevilla.
Pero yo venía hoy a hablar de Pep. De Pep y el exceso de bilis. Dijo Fernán-Gómez -en una espléndida conversación, monólogo o documental titulada La silla de Fernando- que el pecado nacional en España no es la envidia, sino el desprecio. Desprecio al políglota, al que para insultarle se le llama filósofo, incluso se ironiza con su manera de vestir, laúltima vez por llevar un "existencialista jersey de cuello alto". Tal vez no hayan sido sus mejores ruedas de prensa las que ha dado con ocasión de esta eliminatoria, pero que los cuchillos estaban esperando se apreciaba desde antes de empezar a jugar. Que si falso humilde, que si desprecia al rival cuando les elogia (difícil hacer las dos cosas a la vez, a lo que se ve no para él) que si miente al decir lo que dijeron o no dijeron otros, como si al resto no se les permitiera un poco de dolus bonus, como si la no necesidad de exceptio veritatis fuera solamente con los otros.
Me ha llamado la atención la cantidad de gente que de manera más educada o más grosera brama contra un personaje que abandera un estilo de juego evidentemente ineficaz esta vez pero al que de repente se demoniza. Como síntoma de lo que pasa en este país la discusión se simplifica en exceso, en un debate estéril sobre la posesión, al final todo por destrozar a Pep.
Hay gente que no le aguanta por si aire de virtuoso, incluyendo en ese lote su discurso en varios idiomas. Pep se presentó en Alemania con un muy bávaro Grüß Gott y desde entonces se ha empeñado en hablar en alemán en público, lo que me parece estupendo. No obstante, le vi el otro día mucho más fluido en italiano al explicar las razones de la debacle. Sus respuestas en alemán en cambio expresaban cierta pobreza argumental. Al Pep que habla en inglés, italiano, castellano o catalán se le aprecia un mensaje más claro. Tengo claro que lo del otro día -no tanto la derrota como la aplastante manera en que se produjo- se debió a un tema esencialmente táctico, de disposición previa de las piezas, de incapacidad de modificar un plan que en la ida ya se había visto como poco eficaz para esta vez. Pero me da también que para mejorar su capacidad de convicción en la lengua de Goethe, o en la de Rummenigge -me niego a poner de ejemplo al oportunista Kaiser- debería ensayar un poco más la retórica. Sin cambiar sus ideas, volver al Füssball ist Füssball.